sábado, 30 de junio de 2012

El tiempo pasa y las oportunidades también.

























No es tiempo de hablar del tiempo, ni de callar el silencio.Muchas cosas atraviesan mi mente y ninguna tiene sentido, así que asumo que todo marcha normal. Porque cuando te veo el mundo se reduce a nada más que tos intensos ojos verdes; me quedo inmóvil, expectante, intranquilo y estático, sin saber que hacer, que decir o a donde ir. 
¿Son tus ojos o es tu forma de mirar? ¿Es tu alma color esmeralda? ¿Son tus labios o la dulce manera de pronunciar? ¿Es el Sol o sos vos la que irradias esa luz que modela todo tu esplendor? 
No puedo apagar mis pensamientos por más que mi cerebro no responda. No puedo dar el primer paso porque ya no recuerdo como moverme. Y lo peor es que no hablarte porque estoy consciente de que la realidad nos separa. 
Pasaron sólo unos minutos, en los cuales te mire tanto que tu belleza lleno por completo mis ojos y por un instante me hizo olvidar que yo era el ser humano mas horrendo que alguna vez pudo haber existido; te soñé tanto que casi olvido que mi vida es una pesadilla. Pero ahora, con los pies en la tierra y mi cabeza lo más despejada posible, decido plasmar mis sentimientos en palabras y echártelos en cara. Sos la responsable de mi locura después de todo.
Ante todo, respiro hondo y trato de conjugar una oración en mi cabeza, cuando creo que tengo las palabras correctas, o al menos tengo las agallas de pronunciar alguna palabra en tu presencia, mi corazón se detiene y mi garganta se cierra. Es que veo como te alejas, como seguís tu camino; y paradójicamente yo acabo de perder el sentido del mio. 

lunes, 11 de junio de 2012

La Reina de corazones

Lewis Carroll al hablar de la Reina de corazones, de la mujer que reinaba el País de las Maravillas , esa señora autoritaria, caprichosa, de poco razonar.. ¿no estaría refiriéndose de nuestro corazón, el que nos dicta con sus pulsaciones nuestro sentir?
Una Reina autoritaria en un mundo absurdo, delirante, totalmente lógico en su estructura sin-sentido. ¿Sería entonces ella, la Reina, nuestro corazón sobre nuestro inconsciente, un "País de las Maravillas"? Y si así fuese ¿qué sería Alicia sino un destello de cordura? Es nuestra inocencia que se atreve a explorar este mundo magnifico, en donde todo es impredecible, todo esta bajo cuestionamiento pero sin embargo responde a una lógica que aún no somos capaces de descifrar. Alicia esta sujeta bajo las ordenes de la Reina, porque de lo contrario, le cortarán la cabeza. ¿Debería Alica temer, o rebelarse? Temerle a la Reina, es temerle a las emociones que se alojan en su inconsciente, y la otra opción es oponerse a ellas. Sabemos que la final de la historia Alicia ella logra volver a la normalidad. 
Pero en nuestra historia ¿Acaso a nosotros no nos manda una reina de corazones? ¿No son nuestras emociones las que marcan nuestro accionar?
 En  ese plano podríamos compararnos con engranajes en una maquina, en donde nuestra participación es tan crucial como insignificante. Una maquina que genera emociones,  emociones que generan sentimientos; sentimientos que generan acciones, acciones que generan emociones... En un ciclo repetitivo, siempre con resultados diferentes ¿pero por qué? ¿qué es lo que cambia, somos nosotros o la maquina?
Pero volvemos al mismo lugar: ¿Son nuestra acciones las que marcan nuestro accionar, o nuestro accionar marca nuestra emociones? ¿Dónde empieza, dónde termina?



viernes, 1 de junio de 2012

Contemplar.


Las lagrimas blancas enmarcaban la belleza de su rostro, y casi no se distinguían de su piel. pero brillaban, resplandecían; como si fuera parte de un brebaje divino que desbordaba luz. Quizás era la luz de la Luna reflejada en sus ojos cristalinos, quizás sus lágrima realmente eran parte de un diseño divino. De cualquier manera, ella lloraba mientras, en silencio, yo contemplaba.
La habitación  pareciera dividirse en dos; ya que por más de encontrarse en penumbras , del lado de la ventana  que estaba próxima a la puerta había una generosa luz que permitía ver con cierta claridad, la suficiente como para notar los detalles de la expresión de su rostro. Del otro lado, la oscuridad era impenetrable, como si se tratara de un manto negro que ocultaba lo que había en las paredes, al fondo del cuarto.
Ella seguía llorando, y casi se podía sentir el nudo que atravesaba su garganta. Miles de palabras anudadas que la asfixiaban. Y yo.. yo contemplaba en silencio, sin saber que hacer.
Lo que dijera en ese momento no iba a ser de importancia alguna; ella estaba sumergida en sí misma, o quizás en  el reflejo de la ventana, o la oscuridad que por detrás la asechaba. De cualquier modo, ella no respondía a mi presencia. Así que contuve mis respiración por unos segundos, exhale y me dí media vuelta.
Prepare un té de hierbas que a mi parecer olía a rosas y lavanda, se lo lleve hasta la habitación y casi, por scostumbre, prendó la luz. Afortunadamente tomé conciencia de que esa no era la mejor opción, ella se pondría histerica si la rompiera con la oscuridad en donde se estaba refugiando. Me acerque y le deje la taza de té a un lado. Al cabo de unos segundos, ella giro su cabeza, sin mirarme, como si me estuviese evitando y observo al taza de té. Pude notar que había dejado de llorar.
Quede inmóvil, sin poder ocultar mi duda. ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Qué tendría que estar sintiendo? Y lo más importante ¿que debería decir, si es que hay algo para decir? No hice nada, solo me quede contemplando la Luna a través de la ventando, escuchando el viento contra el cristal.. y las lágrimas que ella empezó a derramar, nuevamente.
Me senté, y le dije: -Te lo mereces. Acto seguido me aleje, aún sin entender porqué dije algo tan frío, tan insensible. Me sentí como una mierda o un poco menos.
Hasta que ella respondió: - Lo sé.
Y eso dolió, realmente dolió. Me sentí como nunca antes me había sentido, me mire en el reflejo del vidrio y me dieron ganas de romperlo, de romperme. De deshacer todo lo que dije e hice, de deshacerme, de nunca haber nacido. Pero no, no hice nada, sólo me quede en silencio, contemplando la Luna y la profundidad de un cielo vacío, sin estrellas. Cuando de alguna manera tomé conciencia de que por mis mejillas recorrían lagrimas, tal como si de una llovizna se trataran. Empapaban mi rostro con  cálidamente pero a la vez me sofocaban, no me dejaban pensar, me molestaba. Y luego, un nudo en la garganta. Miles de palabras enredadas, atravesadas. Entonces, justo ahí comprendí que de ella me separa una distancia abismal, pero sin embargo, somos más de lo mismo.