A la deriva de los acontecimientos, ella buscaba una salida mirando las nubes...
Desprotegida y vulnerable, levantó
paredes de cristal; frágiles, livianas, transparentes; tal vez no eran lo suficientemente fuertes para ser un refugio seguro, pero era lo único que ella tenía a su disposición, lo único que era capaz de levantar, de sostener, de mantener en pie. Y se rodeo de una delicada transparencia, apenas visible, que la encerraba y la cuidaba.
Entre el resentimiento y la frialdad, su cuerpo no buscaba mas que contención, sus ojos reflejaban una translucida figura que se empañaba en el vidrio,casi indetectable, y detrás de ese delgado cristal, se encontraba el mundo real... Su mirada, algo perdida, se esparcía alrededor del paisaje, analizando
los peligros del afuera.
En su mente, las ideas se asemejaban a las espesas nubes del cielo, decenas de formas reversibles que buscaban
simular la realidad. Y mientras ella se resguardaba entre cristales, la vida transcurría. El sol brillaba y le daba vida al día; en la noche la luna enceguecía en tanto las estrellas acompañaban como cómplices en la oscuridad ; las flores irradiaban colores únicos; los arboles llenaban de dulces frutos sus extremidades mientras las mariposas danzaban entre sus hojas.
Y ella pensaba: "¿Qué
mal podría causar ir afuera?"
Miles era la respuesta.
Las paredes estaban aferradas al suelo, clavadas en la tierra de un modo tal que levantarlas sería imposible. La única salida posible era
romper el vidrio. Pero ella no poseía semejante fortaleza. No había en ella voluntad alguna de abandonar su refugio, su capsula, su vitrina, su cárcel de cristal.
Exponerse al mundo era exponerse a la vida y a la
muerte; a la belleza y a la fealdad; al amor y al odio... Entonces es mejor encerrarse en un cristal y observar la vida,
privarse de las emociones es prevenir heridas.
Sin saber lo que se pierde, no duele.
Pero, poco a poco los días se hicieron semanas y las semanas, meses. Tal vez
años pasaron... El delgado cristal se empezó a debilitar.
Una pequeña grieta se situó en una de las débiles paredes.
Pánico. Un completo estado de pánico acompañado de gritos desesperados, que no hicieron mas que causar mas daño, el vidrio se empezó a resquebrajar, lo que aumentó la tensión pero no detuvo la escena.
Más gritos, más nervios, más daño. De pronto, un ruido... El vidrio finalmente se rompió. Uno de las paredes se desplomo sobre si misma, los cristales parecían caer desde el cielo hacia ella, como si de gotas de lluvia se tratara.
El resto de la prisión colapsó. Los filosos trozos de los muros resplandecían con la luz del Sol y descendían en su piel con una fuerza y violencia desmedida, dejando de ese modo heridas profundas en su frágil cuerpo.
Luego del sublime derrumbe, ella quedo inmóvil, acostada sobre el césped y vidrios rotos. Bañada en lágrimas y sangre, sin fuerza alguna para levantarse y con sus heridas completamente
expuestas, se preguntaba "
¿Como mi refugio se convirtió en el peligro que tanto temía, en una trampa mortal?". Pero no se esforzó en buscar alguna respuesta coherente, eso de nada serviría.
Esperó en silencio, sin quejarse por el insoportable dolor, al mayor de sus temores, a la
muerte. No quedaba otra opción.
Se resigno a la cruel burla del destino.
Quizás ella haya sobrevivido por alguna intervención divina, aunque eso es muy poco probable. Pero si realmente
aun sigue con vida es gracias a un maleficio. Tan miserable existencia no puede deberse a otra cosa.