Descubrí que le temo a más cosas de las que existen. Eso no lo puede soportar ni la más sana de las mentes
Pensar, pensar y pensar. Enferma tanto pensar, pensar y permanecer en el mismo lugar; no hacer nada al respecto, siquiera intentar.
¿Qué puedo perder, si ya ni mi cordura tengo? Es que así como mi sanidad mental se esfumo de la noche a la mañana, lo mismo pasó con mi voluntad, mis ganas de hacer/ser. Ya no soy más que un reflejo vacío de los sueños que solía tener, por esas épocas en las que solía dormir. Ahora ni eso.
No tengo amigos, amantes, ni intenciones de tenerlos. No tengo intenciones de intentar algo nuevo.
Todo es parte de un ciclo, ya no sé como escapar de él. Ni la muerte misma me exornará de ésta rutina, porque ya hace rato estoy muerta.
No me queda nad apor decir o sentir, tan sólo pienso. Pienso en la nada, y cuanto pesa ser la nada misma en medio de un mundo que se derrumba por su propio peso.
No tengo más que una mente que me atormenta con constantes silencios o gritos indescifrables, y una pared blanca. A donde quiera que vaya esa pared esta ahí, siempre. Firme, alta, impenetrable. Ella es la culpable de mi poca cordura, ella es la que no me permite ver del otro lado, aunque mi más grande temor es que no haya otro lado.